La Víctima

Hola! Volví. 

Cuando lo conocí me llamó la atención. Me sentí observada de una forma que jamás me pasó. Hubo muchas veces que lo sentí indiferente pero luego me miraba con firmeza y determinación, con deseo y con pasión. Sus ojos siempre hablaron por él. Cuánto menos lo veía más me interesaba descubrir cómo era. Había una conexión que no había sentido jamás. Me gustaba y me asustaba, yo era una novata. 

Ese día, todavía recuerdo ese día en el que supe lo que sus ojos gritaban, lo que su mente imaginaba. Me desnudó en sus pensamientos y yo lo sabía, lo sentía. Como dije antes, sus ojos siempre hablaron por él. Supo cómo instalarse en mis pensamientos, lo buscaba y lo recordaba constantemente.

Recuerdo otro día particular en el que por fin supe que ese interés era correspondido. Su sorpresivo abrazo me dejó atónita y volví a repetir ese abrazo en mi mente hasta que por fin cerré los ojos y me dormí. Llegaron las miradas de cariño y complicidad, las sutiles insinuaciones, los paseos de pura ternura y los roces intencionales que me dejaban cada vez más enamorada. Era un experto en la sutileza y yo me estaba enamorando como nunca antes. Si, me estaba enamorando aunque ahí comenzó a contarme de su vida y de su boca salieron verdades que hubiera preferido no existieran. 

El tiempo pasó y nos encontró juntos pero algo en mí me decía que no todo sería como yo esperaba. Él no me inspiraba confianza, me llenaba de incertidumbres, un sentimiento distinto empezaba a enfermar mi alma. 

Un día, de la nada, sin mirarme a los ojos y sin profundidad, me dijo que me amaba. Me tomó por sorpresa, le dije que yo también lo amaba aunque nunca me había puesto a pensarlo. No me dejaba pensar con claridad cuando tenía ese accionar tan poco predecible. Era tan frío y distante por momentos que no lograba dilucidar nada de lo que sentía. Era como dos mentes en una que lograba desestabilizarme horriblemente.

Yo día a día entregaba mi alma pero él se bañaba para limpiar sus culpas. No se dejaba amar, limpiaba ese amor una y otra vez. Empecé a entender que no sabía nada de él y las dudas crecían sin excepción. Por momentos me necesitaba y por otros quería despojarse de mi. Mi corazón estaba en lo cierto pero mi mente hacía borrar todas esas certezas y las escondía.

Todo indicaba que mentía. Lo había descubierto, lo sabía y lo dejaba al descubierto sin cansancio. Solo quería oír de su boca que yo tenía razón. Las pruebas existían y aún así me negaba todo. Pero sus ojos, como dije antes, no mentían. No podía mirarme, esquivaba mi mirada con determinación aunque a los ojos estuviera viéndome. Y lo peor de todo es que me hacía pensar que yo era el problema, que yo inventaba todo y... ¿sabes qué? Me manipulaba de tal forma que me sentía culpable por dudar de él. Mi cuerpo estaba dividido: mi mente y mi alma no coincidían. 

Lloré frente a él y se rió, se burló de mi por primera vez cara a cara porque siempre se burló de mí pero siempre a escondidas. Estaba abatida. Quería la verdad, yo tenía la verdad pero la quería escuchar de su boca. Ya no daba más, me desconocía a mi misma. Me sentía enferma, angustiada y con una ansiedad eterna que no cedía ni durmiendo. 

Y un día desapareció, se despidió con una email y me dijo que era el amor de su vida pero que no era lo suficiente bueno para mí. Y ahí, enfermé de dolor. Las dudas se fueron y las certezas me consumían lentamente, llegué a experimentar la decepción en su máxima expresión. Lo busqué, lo llamé y esperé algún mensaje. El muy descarado se había comprado dos teléfonos: uno para hablarme a mí y otro para su vida real. Si, su vida real en donde era esposo y padre. 

Me sentí subestimada, deshecha por dentro, ignorada y despreciada. Y seguía recordando ese maldito email donde su manipulación mental no tenía límites.

Seguí descubriendo mentiras. Y más mentiras y muchas más  mentiras. Por fin se cayó la bendita máscara que sostenía con tanta fuerza. Esa máscara escondía manipulación crónica, ironía, falta de empatía y de responsabilidad, falta de amor y un fin claro: encontrar personas como yo que logren hacerlo conseguir sus objetivos. 

Hablé con mi psicóloga, mi gran consejera y mi fortaleza en ese momento donde me sentí enferma y perturbada emocionalmente. Llegué con angustia y ansiedad, con desamor y llanto sin fin. Y ella me dijo: “Tranquila, todo va a estar bien. Conociste a un psicópata adaptado y lamentablemente fuiste su víctima. Es hora de que te perdones” 

Yo sentí que se moría mi alma. El dolor no me dejaba respirar bien.Y no puedo explicarte con palabras lo que eso significa.